jueves, 11 de noviembre de 2010

Cariño, ¡somos inalienables!


Si hay una palabra maltratada por la opinión pública, las representaciones psicoafectivas (Maslow y su pirámide nazi) y sobre todo, la comodidad que evoca el eterno retorno del refranero y las frases hechas, esa es “rutina”.

Confundida, muy habitualmente, con la monotonía, la rutina se ha cargado de una connotación negativa contemporánea que para nada se corresponde con su verdadero sentido que es, desde que el mundo es mundo, el que le dieron alguno de los filósofos griegos más mediáticos. No vendían tantas camisetas como los líderes de opinión de ahora, pero la gente les adoraba por lo que decían y no por quién lo decía. Destacaban tanto la forma como el fondo. Claro, eran griegos.

Cientos de parejas se rompen día a día por culpa de la rutina. De personas que quieren venderse como individuos libres, aguerridos, aventureros, rompedores, que no entienden dónde se encuentra la verdadera virtud. También estamos aburridos de escuchar a obreretes y altos ejecutivos expresar su dolor por “volver a la rutina”. Para el estudiante, la ama de casa, el parado y el saltimbanqui de turno, la rutina es un obstáculo, una merma, un badén que frena su exponencial liberación metafísica. Pero al loro, que decía aquel: que nos embauquen. Eso es lo que no me gusta.

La rutina, en sí, es un hábito. Y para los griegos, el hábito era virtud. De sobra conocida es la teoría de la ‘dorada mediocridad’ de Aristóteles (“la perfección está en el equilibrio entre los extremos”), que compensa lo mejor de lo peor con lo peor de lo mejor: pero fue Platón quien habló del hábito (la rutina) como virtud. Siempre en la medida en que un hábito requiere consenso y regularidad, no se puede hablar de él como vicio, más allá de que éste sea un hábito destinado a hacer el bien o el mal, lo cual ya forma parte de otro debate.

Sólo ser capaz de mantener una rutina, ya sea plantar árboles o discutir con tu pareja, ya es una virtud. Y fue el mismo Aristóteles quien dijo que “el amor sólo se da entre personas virtuosas”. En realidad, para alcanzar esa virtud no hay ningún truco más allá de la inalienabilidad, es decir, la defensa firme y coherente de unos valores o unas ideas moldeadas por uno mismo, que reaccionan siempre por igual ante la exposición a unos estímulos similares. No someterse a cambios, a injerencias. El clásico “Nena, no me cambies”.

Así que ya sabéis. La próxima vez que vuestra pareja os eche en cara que estáis cayendo en la rutina, contestadle: “Cariño, ya somos virtuosos. Es ahora cuando podemos disfrutar nuestro amor. Gracias por ser tan inalienable”.

Artículo de @m_manero, dedicado a @inmitadinamita

9 comentarios:

  1. Muy buen artículo. Estos griegos eran unos eruditos de casi todo.

    Coincido en que la rutina tiene muchos puntos positivos. Si logras controlarla,puedes cambiarla cada vez que necesites incorporar o quitar algo.

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  2. Los griegos y los franceses siempre han hablado el idioma del amor.

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  3. Eres el mejor xD el inalienablísimo!!

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  4. Yo no entiendo nada ¿defiendes la rutina en la pareja para que no se rompa? Me he liado un poco. Por cierto, desconocía tu relación con Inma!!
    Ana J.

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  5. Querida Ana J. (dos puntos)
    No defiendo que la rutina mantenga inquebrantable la pareja. Sólo digo que tiene peor prensa de la que en realidad merece. Y que la rutina no es sino otra excusa de mercadillo persa para cuando quieres decir: "me aburro contigo, vete a voltear calcetines".
    Respecto a la relación con Inma... ¡Qué decir! jaja. Mañana emitirá el Madrid un comunicado desmintiéndolo. Hasta entonces, dejemos que la noticia siga girando (como dijo Materazzi sobre su no-abrazo con Zidane)
    Bratzo.

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  6. Querido Manu Meñero (punto y coma)
    Gracias por las aclaraciones... (ups! bocaza la mía)
    Ana J.

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