miércoles, 11 de abril de 2012

CONSTRUYENDO CATEDRALES


“Yo trabajo muy duro, no paro de pensar en el lector. Cuando he acabado leyendo una página me detengo a meditar si le gustará, si le motivará a seguir leyendo, si se creerá lo que estoy diciendo, si es aburrida o atractiva... El objetivo es evidente: interesar a todos. Muchos autores se empecinan en su idea de libro y no escuchan a nadie más, práctica respetable pero que nunca te permitirá vender millones de libros.”
Ken Follet


El best seller era el libro más vendido, sin más. Este diáfano concepto se ideó como reclamo comercial en el momento en el que las listas de ventas empezaron a cobrar importancia en las librerías para identificar aquellos títulos que se situaban en todo lo alto de las preferencias de los clientes. La industrialización del mundillo editorial todavía era incipiente, eran otros tiempos. Tiempos que admitían una definición tan sencilla como la expuesta.

Hoy en día, sin embargo, el best seller es el pilar de una industria del libro concentrada en manos de grandes corporaciones empresariales que aplican estrictos criterios de rentabilidad comercial a sus políticas editoriales. Para Sergio Vila-Sanjuán, sabio en estas cuestiones, el best seller ha trascendido su significado original para convertirse en “un subgénero literario con entidad propia” al que pertenece “un amplio segmento de novelas de entretenimiento, escritas sin pretensiones literarias pero con la intención clara de hacer pasar un buen rato al lector y atrapar su atención desde el primer momento”. En realidad esta concepción actual del best seller no se reduce exclusivamente al campo de la narrativa, pero esta es su forma más característica. Para Marshall McLuhan, que definió en su galaxia Guttenberg los procesos de planificación y segmentación de funciones que la modernidad ha impuesto a las industrias culturales, la novela es un género especialmente dúctil a la hora de mecanizar procesos creativos en base a una receta repetitiva y presentarse de este modo ante un gran corpus de lectores ya familiarizado con este producto de consumo tan accesible como absorbente.

Heredera espiritual de los folletines del s. XIX, la novela de entretenimiento actual responde generalmente a una serie de rasgos fáciles de identificar: escritura sencilla, ritmo alto, golpes de efecto, grandilocuencia, personajes de moralidad muy marcada, exotismo, exploitation, trampas narrativas que agudizan la intriga inherente a la trama... El best seller “nos obliga a avanzar apresuradamente en la lectura a fin de salir de la angustia que nos produce no saber quién es el asesino, no estar seguros de si el chico y la chica podrán finalmente casarse. Son obras que pueden estar mejor o peor escritas, mejor o peor narradas, pero tienden por lo general a cumplir las reglas del juego y repetir más o menos miméticamente modelos previos”, en palabras del escritor y editor Enrique Murillo. Otro escritor interesado en el fenómeno, Miguel Aranguren, ahonda en la descripción del best seller considerándolo “un tipo de novela para el lector poco exigente en el que la trama –aunque parezca lo contrario– es accesoria. Basta con adaptar una serie de procesos narrativos a un paisaje concreto (de ciencia ficción, policiaco, histórico...) en el que la intriga se encarga de ir tirando de la acción. El best seller pretende acaparar la atención de lector de la primera a la última página y hace una especie de apuesta con él: 'A que soy capaz de engañarte...'. La trama principal se va completando con subtramas que administran información, muchas veces engañosa o poco veraz, en pequeñas cápsulas”.


El 20 de abril de 2007 la prensa española se hacía eco de una noticia de impacto: segun una encuesta encargada por el Gremio de editores La catedral del mar de Ildefonso Falcones superaba en número de lectores a El código Da Vinci de Dan Brown. De esta forma un best seller autóctono se imponía al mayor fenómeno de ventas que había contemplado la industria del libro en los últimos años, relegándolo a la segunda posición del preciado ranking. El tercer puesto de esta lista correspondía a Los pilares de la tierra de Ken Follet, otro gran best seller con la virtud añadida de mantener su vitalidad comercial a lo largo de los años (un long seller). Novelas históricas que presentan todas las características del best seller típico, ambientadas ambas en la Edad Media y organizadas alrededor de la construcción de una catedral gótica, la comparación entre Los pilares de la tierra y La catedral del mar es inevitable aunque el autor rechace de lleno tal asimilación: “Hay dos diferencias básicas: la construcción de mi catedral es un hecho histórico, no ficticio, y el eje de mi obra es lo que le pasa al protagonista, no la construcción del templo”, “Si se quiere escribir una novela histórica ambientada en aquel período, es comprensible que vayamos a parar a las catedrales, pues de esa época sólo nos quedan las construcciones” declaraba Ildefonso Falcones, abogado y escritor novel.
Pero mientras el autor procuraba desmarcarse de la comparativa Ana Liarás, la editora del libro, definía sin tapujos La catedral del mar como “una novela ambiciosa que tenía la virtud de ser un clásico en cuanto a género histórico folletinesco, y que tenía una comparación en el imaginario de los lectores con un long seller muy apreciado en España, Los pilares de la tierra de Ken Follett”. Los profesionales vinculados al circuito del best seller conocen perfectamente las reglas del juego y no tienen problema alguno en admitirlas, como es natural. Sandra Bruna, la agente literaria de Ildefonso Falcones, a quien la industria atribuye un papel fundamental en el éxito de la novela a través de su trabajo de editing sobre el texto original, se expresaba en términos similares: “Ahora me llegan cantidades ingentes de originales estilo Falcones, cosas muy horribles. Deben de pensar que soy el hada madrina. La catedral del mar ha sido algo trabajadísimo por todas las partes: el autor, recomendado por Oriol Castany, me trajo un enorme original tras haberlo presentado en no sé cuántos sitios sin que le hicieran caso. Le dimos consejos para mejorarlo y reducirlo, le cambiamos el título: tenía semejanzas, en clave catalana, con uno de los éxitos de Ken Follett. En una comida, una editora de Grijalbo me comentó que buscaban tramas históricas; se lo envié”.

El intenso proceso de corrección al que fue sometido su texto original por parte de los distintos profesionales implicados (taller literario, agente, editorial...) es otra cuestión ante la que Ildefonso Falcones ha mostrado una evidente incomodidad. En abril de 2006 el autor explicaba a Xavi Ayén que “Esta mañana, un colega suyo me ha llegado a decir: 'Bueno, pero este libro lo han escrito muchas personas...' ¡Pues no, señor, el libro lo he hecho yo! Lo que sucede es que lo he sometido a la opinión de terceros, de gente profesional, que entiende de lo que habla. Es mi método habitual de trabajo, también en mi despacho, cuando redacto un informe. Cuatro ojos ven más que dos. A mí me interesa la opinión de los lectores y este sistema es un modo de anticiparla, porque te dicen: 'Aquí sobran 20 páginas', 'hay que dar más peso a este personaje', 'busca otro título'... Soy receptivo y creo que sólo un tonto puede rechazar una metodología de este tipo. Yo, desde luego, la repetiré porque creo en ella y no me ha ido mal”. Meses más tarde Juan Carlos Rodríguez recogía más declaraciones en la misma línea, aunque algo más contundentes: “La novela la he escrito yo con estas dos manos y en cinco años. Y después la he corregido. Todo el mundo lo hace, pero yo lo he reconocido. Me tranquiliza que la gente se fije en esto, porque parece que no tienen otro tipo de crítica. No deja de ser molesto que se cuestione la calidad literaria. Llegas a pensar, ¿qué pasa, que estoy engañando a 400.000 personas? Todas ellas compran el libro y lo disfrutan. Qué quieres que te diga: a mí me encanta lo de escritor superventas”.

La mecanización inherente a la escritura de un best seller, su asumida planificación en base a prioridades comerciales, es una realidad que no todos los autores asumen abiertamente ya sea porque no la reconocen como tal o por una pura cuestión de incomodidad. Como evidencia la última cita de Falcones, esta problemática se asocia siempre con la más vieja de las discusiones alrededor del best seller, la que trata sobre su calidad literaria. En mayo de 2007 El País organizó un debate alrededor de esta manida cuestión en el cual el ya citado Enrique Murillo reivindicaba el mayor valor literario de los textos “de espíritu crítico y radical que inviten a la reflexión y abran nuevas perspectivas” oponiéndolos a los best sellers, en cuyo caso “no se trata de aprender de ellos, sino de pasar el rato con ellos”. Julia Navarro, escritora de best sellers, encabezaba la postura opuesta enumerando una serie de títulos de gran reconocimiento cultural refrendados por un gran volumen de ventas, concluyendo que “ni todos los libros que se venden mucho carecen de calidad literaria ni los que apenas llegan a poco más que unos cientos de lectores son extraordinarios”. En realidad el debate no da para mucho desde el momento en el que se comprende cual es el objetivo fundamental que rige la elaboración de un best seller: la búsqueda de un gran volumen de lectores a partir del entrenimiento poco exigente.

                                                                 Estatua de Ken Follet
                                            
Por lo general el autor de best sellers es un buen conocedor del mundillo, cómplice desde el primer día del circuito comercial propio de este tipo de libros y que trabaja desde cero en la dirección oportuna, rehuyendo conscientemente esa “idea de libro” que Ken Follet mencionaba en la cita que preside este texto. El autor de Los pilares de la tierra es un antiguo periodista que pronto saltó a la escritura demostrando en todo momento buen olfato para trabajar, siempre según los clichés habituales del best seller, aquellos géneros que estaban de moda en cada momento. Un buen día llegó el turno de las novelas históricas y fue entonces cuando logró su gran éxito tras muchos años intentándolo con narraciones de intriga y espionaje. Ken Follet es un auténtico profesional del best seller a quien no encontraremos reclamando un reconocimiento cultural impropio de un tipo de libro que no pretende tal cosa.

Otras veces, en cambio, se da el caso que el propio circuito del best seller genera un autor potencial que surge espontáneamente entre la comunidad de lectores que disfruta leyendo estos mismos libros. Alguno de estos escritores surgidos del fandom un día escribirá un libro publicable que responderá al mismo modelo que sus lecturas favoritas, será debidamente asesorado por los profesionales del sector y quizá acabará convirtiéndose en uno de esos autores a los que él mismo leía. Puede que a lo largo de este proceso nunca se haya parado a reflexionar en profundidad sobre el mundo en el que se ha metido y las reglas que lo rigen. Pero al final de este camino el autor y su siguiente libro (siempre habrá un siguiente libro) ya estarán mucho más familiarizados con el paisaje del best seller, ambos estarán dentro del circuito.

“Si gustó la otra, espero no haber cambiado mucho en lo estilístico” declaraba Ildefonso Falcones con motivo de la publicación de su segunda novela, La mano de fátima. “No hay campaña de marketing que te haga vender cuatro millones de libros. A lo mejor es que tiene algo de calidad lo que yo escribo... Ironizo. El literario es un mundo donde todos se creen dioses, mayores o menores. No me interesa”.

10 comentarios:

  1. Muy interesante el artículo Marc, enhorabuena ;)

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  2. Hay que tener los cojones bien puestos para abordar un tema como los "best sellers" de este modo.

    Me ha gustado. Post original y poniendo de relevancia aspectos que la gente debe conocer sobre la literatura, ese gran desconocido.

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  3. En su día obras como las de Cervantes o Dickens también fueron Best Sellers. Hoy en día son la máxima literatura. En años posteriores sabremos si nuestros best sellers de hoy entran a tamaño grupo. Curradísimo tu post, por cierto. Enhorabuena!

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  4. Sé que te encanta el tema y cómo se ha notado. Fantástico texto sobre la literatura que ¿No es literatura? pero que es la más leída. Curioso, sin duda. Supongo que, como con el cine, pasa que esta rama del arte sostiene economicamente a aquella más pura, de más calidad intrínseca, así como más exigencia para el usuario, pero, quizá de forma entendible, menos rentable en ventas (No siempre, eso sí).

    Y lo genial es la postura de Follet (Sí, yo he leído, más bien devorado con avidez los Pilares de la tierra y, por contra, me costó HORRORES, terminas el evangelio según Jesucristo)... Replantea TOTALMENTE el por qué de la escritura, convirtiéndolo en un fenómeno para los demás y no para el escritor mismo. Curioso, interesante y genial.

    Cabe destacar que hay Best-Sellers bastante bien escritos, con mucho trabajo encima y una imaginación fantástica.

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  5. Sin duda Follett es la figura que mejor permite exponer esta cuestión, porque la manifiesta con una claridad absoluta.

    En cuanto a la sostenibilidad económica... lo cierto es que la arquitectura de la industria funciona diferente. Los grandes se hiperespecializan de forma bestial en el best seller puro y duro y aplicando un criterio de rendibilidad por libro. Hay poco espacio para una edición más arriesgada ahí, en términos generales.

    Por el contrario, esa concentración absoluta de los grandes sellos deja un espacio, reducido pero aprovechable, para que los sellos independientes realicen su labor en otras direcciones. Su situación no es sencilla, claro, y estos sí deben buscar estratégicamente esos títulos punteros que puedan asegurar la viabilidad económica del grueso de su catálogo.

    Un gran ejemplo de esto es Harry Potter, que en España fue el gran éxito de un sello relativamente modesto y que no vive del best seller al uso: Ediciones Salamandra.

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  6. Muy interesante el artículo Marc.

    Y muy apropiado el comentario sobre Harry Potter y Ediciones Salamandra. Recuerdo que mi padre me regaló 'Harry Potter y la piedra filosofal' cuando aún no era ni mucho menos conocido el libro ni J.K. Rowling. Cuando alcanzó el éxito bastante después de leerlo pensé en aquella expresión de escepticismo juvenil que surgió de mi rostro al ver de qué iba por vez primera el libro. Curiosidades.

    No siempre la calidad se riñe con la cantidad de ventas, es evidente, pero también es inevitable la mercantilización que envuelve la mayoría de industrias de lo que conocemos de forma genérica como 'Cultura'.

    Un abrazo, Some

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  7. Some, no había leído este post. Me ha encantado, todo un best-seller. Abrazo

    Ricardo Madrid

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  8. Recordemos que Coelho, lastimosamente, es un best-seller.

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