jueves, 19 de abril de 2012

LA ANATOMÍA DE NUESTROS INSTANTES




Los hombres no solemos reparar en los pequeños detalles. Sin embargo, existe un pequeño instante en el que, sin saberlo, cambia nuestra vida. Ese momento de una noche en el que un tímido universitario se envalentona y decide besar a una chica. Si ella acepta, puede hasta que formen una familia feliz y pasen el resto de su vida juntos. Si el chico no toma esa decisión, tal vez él se quede soltero para siempre y quizás la misma noche haya otro (menos tímido) que bese a la chica y sea éste quien se termine casando con ella. Aquellos maravillosos libros infantiles de Elige tu propia aventura son la metáfora de lo que intento decir.

En la historia sucede igual. Son pequeños instantes –o, al menos, la sucesión encadenada de pequeños instantes— los que deciden el devenir de la humanidad. Javier Cercas habla de ello en su interesantísimo libro sobre el Golpe de Estado del 23 de Febrero de 1981. El Rey conversa con Armada por teléfono. En otra sala de Zarzuela, Sabino hace lo propio con Juste. Será un instante el que decida el devenir de la asonada. Será el instante que decida la historia de España.

Fue leyendo HHhH, la sublime y recomendable ópera prima de Laurent Binet, cuando he comenzado a detenerme algo más en esta cosa de los instantes. En HHhH el autor hace referencia a otra novela (no recuerdo el título y no pienso levantarme de la silla a buscarlo) donde se relata un giro radical en la historia de la humanidad por un aparentemente minúsculo detalle. En esa ucronía, el instante definitorio está marcado por el aparentemente insignificante hecho de no suspender un examen. En 1907 un joven Adolf Hitler aprueba el acceso a la prestigiosa Academia de Bellas Artes de Viena. Ya no será un amargado que deambule por Viena, durmiendo en pensiones de mala muerte y alimentándose en comedores para indigentes. Ya no vivirá en el lado más sórdido de esa esplendorosa ciudad, desarrollando su incipiente antisemitismo. Hitler, sin embargo, se convierte en un artista respetable, un tipo que pertenece a la intelectualidad vienesa, que acude a la ópera, que se relaciona con la aristocracia centroeuropea, una alta sociedad que ejerce orgullosa su mecenazgo hacia ese señor bajito con bigote que pinta paisajes. ¿Qué fue entonces lo que ocurrió en aquel examen que pudo cambiar el devenir de la historia? Quizás un profesor del Tribunal examinador había discutido por la mañana con su mujer y llegó enfadado a la Academia. Quizás decidió aprobar a los que presentaron retratos en vez de paisajes. Quizás suspendió a todos los de esa maldita jornada. Quizás a los aspirantes del día siguiente les fue mejor.

Siempre hemos valorado más los grandes acontecimientos que los pequeños. Otorgamos más importancia al día en que Hitler decide invadir Polonia que al de la ocupación de Praga, y éste, a su vez, más que al Anschluss, que supuestamente importa más que el Putsch de Múnich, que aparentemente es mucho más significativo que aquel infausto día en la Academia de Bellas Artes de Viena.

Pero efectivamente, creo que son esos pequeños instantes –no los grandes acontecimientos— los que nos han llevado al lugar en el que estamos. Decidimos encender un cigarrillo y nos paramos en la calle mientras la señora que iba caminando a nuestra altura es atropellada en la acera por un coche que se sale de la calzada. Quedará paralítica para el resto de su vida. A ella también le entraron las ganas de encender un pitillo al vernos, pero lo estaba dejando y resistió la tentación. Decidimos dejar sin estudiar Platón en vez de Aristóteles y nos cae en la selectividad. No alcanzamos la nota adecuada para entrar en Medicina y nos convertimos en biólogos, probablemente salvando involuntariamente la vida de alguna persona porque no íbamos a ser buenos médicos.

Hablábamos antes de aquel ya mítico 23-F. El Rey mantiene una conversación telefónica con Armada. No entramos aquí a valorar si el Rey lo sabe o no lo sabe. Sólo analizamos el detalle, el momento. Lo relata muy bien Cercas en "Anatomía de un instante". Armada está a punto de ir a Zarzuela, de lograr hacerse con el control de la operación. Está convenciendo al Rey de que su presencia allí es necesaria. En otra habitación Sabino Fernandez Campo habla con Juste.

José Juste es el Jefe de la Acorazada Brunete. Esta División era la más potente y mecanizada del ejército y, en aquel momento, contaba con 13.000 efectivos. La Brunete había sido dirigida por Milans del Bosch y por Torres Rojas que, por supuesto, ahora están en el ajo. Ambos tienen de su lado a importantes mandos de la Acorazada como San Martín y Pardo Zancada. La Brunete se va a desplegar por los puntos estratégicos de la capital. No es una operación muy compleja. Juste acaba de interrumpir la supervisión de unas maniobras en Zaragoza porque ha sido informado de que se están sucediendo movimientos extraños en Madrid. De hecho, cuando llega, se encuentra en el Cuartel al anterior jefe, Torres Rojas. Además allí están todos los mandos de la División. Todos en el ajo. Es más, se hallan en el despacho de Juste, que ha servido como centro de comunicación con Milans del Bosch. Juste, tras una serie de titubeos, finalmente es convencido de que la operación que se va a desarrollar cuenta con el firme apoyo del monarca. Los tanques saldrán. Ocuparán Madrid. Milans, por su parte, tomará Valencia. Tejero tomará el Congreso. Sin duda, la historia de España cambiará. Lo más probable es que Armada vaya al Congreso, se haga con el mando y se termine formando un Gobierno de Salvación o Unidad Nacional con él de presidente. En efecto, según lo previsto, Tejero toma el Congreso. Y según lo previsto, los tanques de Milans toman Valencia. Y también según lo previsto, la Brunete se dispone a tomar Madrid. En apariencia, ya no hay dudas: la asonada ha triunfado. Desde una Zarzuela en plena ebullición se inicia una ronda de llamadas. Son las siete menos veinticinco de la tarde cuando el golpe de estado ha vencido. Pero a las siete menos veinte, el golpe ha fracasado. El instante son cinco minutos.

Sabino Fernández Campo, secretario general de la Casa del Rey, llama a Juste. Debaten con reservas sobre el asunto para no mostrar sus cartas. Llegado el momento, Juste pregunta si Armada está en Zarzuela y Sabino responde que no. Y Juste pregunta si le esperan y Sabino responde, de nuevo, que no. No vamos a entrar aquí si aquello de "ni está ni se le espera" se dijo realmente o no. El caso es que, tras finalizar la conversación, a Juste le ha quedado claro que le han mentido: que ni Armada está en Zarzuela con el Rey ni el Rey está del lado de Armada. A Sabino, por su parte, le ha quedado claro que Armada está en el fango y corre apresurado a decírselo al Jefe de Estado. Sabino corre apresurado hacia el instante. Cuando entra en el despacho del monarca, éste precisamente habla con Armada, que le sugiere que lo mejor es irse a Zarzuela para supuestamente ponerse a su servicio (pero realmente es para controlar la situación, para dominar el golpe). Don Juan Carlos está a punto de decirle que sí, porque quiere conocer de primera mano todo lo que está pasando y porque Armada es su Armada, su antiguo preceptor, su antiguo hombre de confianza. Es Armada, le dice el Rey a Sabino, tapando el auricular. Y se pone Fernández Campo al aparato para cambiar la historia en un instante: No, Alfonso, quédate ahí. Si te necesitamos, te llamaremos.

En ese instante cambia la historia de España como cambió la historia de la humanidad en el momento en que se suspendió a Hitler, como cambió la de aquel universitario que no se atrevió a besar a la chica, como cambió la del chico que no estudió a Aristóteles, y como cambió la de aquella mujer que no encendió el cigarrillo.

7 comentarios:

  1. Me ha encantado el texto Iván! Un saludo!

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  2. Muy grande Ivan. Haces reflexionar mucho las cosas ;)

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  3. David Benitez Domínguez19 de abril de 2012, 19:55

    Muy buena reflexión Iván, se podría aplicar al futbol por ejemplo en el caso Beckham-Ronaldinho, que para mi gusto cambio la historia reciente de barça y el Madrid

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  4. Muy bueno... Casi lo dejo con lo del besooooo pero ha merecido la pena llegar al final
    Un abrazo

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  5. Gracias a todos por los comentarios. Un verdadero placer que haya gustado.

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  6. http://blogs.laverdad.es/cesarggranero/files/2012/01/Anatom%C3%ADa-de-un-instante-Javier-Cercas1.jpg

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