Primer domingo de mayo. El Sol quiere levantarse hacia el
verano pero el frío invierno todavía lanza sus últimos coletazos. Ya se
sabe lo que se dice sobre el 40 de mayo y el sayo. En casa espera la persona
más importante en la vida de toda persona. Como cada año el homenaje no es
ineludible. Es obligado.
Ante tan pronunciada fecha, una bandada de buitres surge de sus nidos en forma de mercaderes. Pretenden vender hasta el alma con tal de desprender a los cuervos de ese sentimiento culpable que les corroe por olvidarse en repetidas ocasiones de la madre que les parió. Unas flores, una tarta, unas joyas u otros presentes esperan ser desenvueltos del paquete. Ella agradecerá el gesto. Un beso o un abrazo le bastan. Sangre de mi sangre, dice. Tú surgiste de mis entrañas, le recuerda. Y le duele rememorarlo. Y sonríe.
Así son las madres. En la vida real y en el Cine. Porque no he venido aquí a hablar de las miserias propias o ajenas del mundo en el que vivimos, que también tendrá un artículo, al tiempo, sino a hacer una sentida loa a nuestras progenitoras a través del Séptimo Arte. Hay un principio fundamental en Hollywood que establece que a toda mujer cumplidos los 40 no le van a ofrecer otros papeles que no sean los de madre de los protagonistas. Seguramente sea cierto pero grandes han sido las mujeres, incluso algún hombre, que han dignificado ese papel, del mismo modo que se hace en la vida real.
Así, el Cine ha descrito madres de todo tipo, de todas las épocas y condiciones. Madres solteras, casadas, viudas, iluminadas, separadas. Desde la madre de todas las madres, vírgenes como Dorothy Macguire en La Historia más grande jamás contada hasta
Y en medio de estos dos vértices nos encontramos madres posesivas, abnegadas, sufridas, protectoras o incluso rechazadas por sus retoños como Lana Turner o Juanita Moore en la plañidera Imitación a la vida. Aunque siempre redimidas. Madres que huyen de la madre de todas batallas buscando refugio y acaban siendo violadas como la Sofia Loren de Dos Mujeres.
Sufridoras mujeres que nunca abandonaron a
sus vástagos a su suerte como Sally Field huyendo hacia la libertad
en No, sin mi hija o con sus sabios
consejos y su famosa caja de bombones en Forrest Gump, madres que buscan milagros para sus enfermos hijos como la Susan
Sarandon del Aceite de la vida.
Madres que anhelan la libertad y la protección de sus hijos, que harán todo
cuánto esté en sus manos por conseguirlo.
Madres que reciben al mismísimo diablo en su casa como Lee Remick en La profecía, Mia Farrow en
Madres que son mujeres. Mujeres como Anne Bancroft que siguen poseyendo un apetito voraz y apetecen a hombres como Dustin Hoffman en su Graduado. Otras que se convierten en la pesadilla de sus descendientes por culpa de su sobreprotección y oscurantismo como
Mamás que cumplen 100 años rodeada de surrealistas lobos. Lobos con piel de cordero que encarnan el mal y de paso también a su madre como Norman Bates en Psicosis. Mujeres que persiguen venganzas y descubren su maternidad en su viaje hacia la muerte como
Otras reciben la noticia de la concepción como una carga que durante el camino se torna en ilusión, como Geena Davis en Angie o Ellen Page en Juno. Mujeres que deciden libremente su destino.
Mi homenaje a todas ellas, mujeres valientes que en el
cruce de caminos miran de frente hacia uno u otro futuro porque ser madre ha de
ser una elección, no un deber impuesto por un Ser Superior.
Amén.
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